Al inicio de la pandemia, sin información, ni vacunas, ni medicamentos, todos enclaustrados y empanicados, llegó una ambulancia a la casa vecina.
Pasando de ella enfermeros, todos con uniformes que parecían trajes de astronauta, luego en un rato y nosotros por la ventana, viendo y con un temor profundo, viendo que pasaba, de pronto salen ellos, sacan al vecino, lo suben a la ambulancia y se van. Y nosotros viéndonos y preguntándonos qué pasa sin saber cómo actuar y de pronto observamos en la banqueta que de la ambulancia cayó una jeringa como con una muestra de algún líquido y con ese temor, ese terror de esos momentos, decíamos que hay en nuestra banqueta que pasó, este, cómo retirarla o qué hacer, entonces decidimos llamar a un hospital y nadie contestaba, no, todo ocupado. Decidimos llamar a la policía y contestando, les explicamos la situación y dijeron que iban enseguida, que llamáramos también a este al 911, que llamáramos a este algún otro hospital, la Cruz Roja, bueno, total que acudió un par de policías, ya llegaron, timbraron y nosotros desde la puerta les decíamos que, pues que ahí estaba la jeringa, la observaron, la veían y entre ellos platicaban que cómo recoger esa muestra y nosotros decíamos, bueno, nadie sabe qué hacer, entonces uno de los policías tomó una bolsa de plástico, la recogió, la anudó y se la llevó, de esa manera y nosotros seguimos con un temor profundo ante la, ante la, este, desconfianza de la casa vecina, ahí estaba el virus, ahí había enfermedad y nosotros con un terror indescriptible ante, ante la, la, pues la ignorancia de, de que no había ningún medicamento, no había este vacuna, no había un remedio que o una curación que, que dijeran esto es saludable y, y pues nosotros seguimos ahí en, este, en claustrados, sin salir para nada y, y pues con un miedo inexplicable ante lo desconocido y ante la muerte, cuando, pues bueno, al final pues es algo natural, verdad, pero siempre la naturaleza humana así nos hace reaccionar.
